Daños en blanco y negro.
Domingo 05.12.10
De cada veinte días recordaremos uno. Tendremos siempre un maldito recuerdo de algún buen o mal miligramo de segundos colocado en una estantería de por ahí dentro. Éste viajará vía sinapsis hasta descansar en un recobeco químico donde las neuronas le alimenten, le seden, le dejen en estado vegetal. A modo de defensa. No tengo ni la mínima perspicacia de cómo se las arreglarán, pero siempre, en el momento más inesperado, únicamente con el objetivo de desconcertarnos, esos segundos almacenados, volverán a realizar cada función vital y acamparán haciendo vida en el molesto rincón. Los recuerdos se reproducen independientemente de que los activemos con un modulador alostérico, y sus efectos son poco más devastadores que un recalentamiendo cefaloglobal, pero contradictoriamente, nuestra vida se alimenta de ellos en forma de experiencias. Siempre resurgen de manera espontánea. Odian sentirse ignorados, anónimos, apartados. Y más aún, odian el peligro de muerte que les acecha cada vez que la mente intenta deshacerse de los que la amenazan. Odian el presentimiendo de que tarde o temprano, volverán a ser inertes. Odian ser odiados.
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